domingo, 10 de abril de 2011

VUELVE EL JUDAS 2011

ALGO DE HISTORIA SOBRE EL JUDAS
Esta antigua tradición se cree que comenzó con los inicios de la Villa.[4
[editar Confección del muñeco
Se utilizan diversos materiales para su confección: tela, escayola, paja, madera, cántaros de barro, pintura de colores y un pino. Cada año los quintos luchan por poner un pino más alto y han llegado a sobrepasar los 18 metros de altura. Las maromas permanecen en remojo desde el día anterior y son un elemento imprescindile para enderezar a mano el tronco. Los familiares y vecinos del pueblo ayudan a los jóvenes al alzamiento de dicho tronco.
[editar] La colocación del muñeco
La ceremonia empieza la noche de Sábado Santo, celebrando la Misa Pascual. Los quintos y sus familias asisten a la misa, y, al salir de la misma, comienza, ese sábado por la noche, la colocación del muñeco, al lado del Ayuntamiento, en la plaza del pueblo..
Una vez colocado todo, comienza la parte más delicada: se enganchan fuertemente por la parte superior del pino unas cinco maromas, de las que tiran todos: hombres, mujeres, visitantes que acuden a ver la fiesta... Al mando de una única voz que grita "arriba" el palo se va elevando poco a poco, pues, si se hace bruscamente, se puede ir hacia una lado y provocar un accidente entre el público que acude a verlo, además acabar con el trabajo que han realizado los quintos durante los meses previos. Si se rompe tienen que improvisar otro rápidamente, pues la fiesta ha de celebrarse. Una vez que se ha subido y colocado bien y de una forma segura, el muñeco queda suspendido en el aire.

2 comentarios:

  1. “ EL JUDAS “ EN VALDEMORILLO DE LA SIERRA

    ORÍGENES

    “El Judas” se erige en una de nuestras fiestas con más arraigo popular dentro del ciclo festivo de la Semana Santa, que hunde sus raíces en una oquedad tan profunda que nos ha llevado al desconocimiento de su matriz y, mucho más, a posibles o imaginables datas; eso sí, ancestrales.
    No es descabellado presumir que tiene en sus orígenes un entronque con celebraciones idénticas, en algunas de sus formas, que se dan en buena parte de la geografía rural española.
    Haciendo un ejercicio de elucubración histórica ( si se me permite la licencia), en su origen, perdido en la historia de nuestros ancestros, quizás se encuentren superpuestos ritos que van desde el llamamiento a la fertilidad en las mujeres, como en el renacer de la vida agrícola ( al coincidir la fiesta con el equinoccio de la primavera) o incluso llevaba implícito un modo inicíático de exorcismo para expulsar el mal de la comunidad, personalizando ese mal en Judas, como ser malévolo donde los hubiere por su encarnación de la traición y la perfidia.
    Probablemente, estos orígenes, no descartables, repito, fueron importados de poblaciones más antiguas, si bien con el tiempo fueron transformados y adoptados por la Iglesia, incorporándolos al rito religioso, como una especie de alegoría en la que la bondad y el desprendimiento de Jesucristo sale vencedor de la lid con su traidor Judas. Mas, de ningún modo podemos descartar que en los entresijos de la fabricación de “El Judas” lleve también implícito y hasta explícito un rito de iniciación de los jóvenes que, aprovechando dicho contexto, se incorporan al mundo de la mocedad adulta, para lo cual se les encomienda demostrar sus artes picarescas en el hurto y aprovisionamiento de herramientas, leña, cuerdas...o viandas, que se constituirán como base fundamental de la fiesta; siempre, eso sí, a las ordenes de los mozos más veteranos.

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  2. MANIFESTACIÓN DE LA FIESTA

    Bien dejada atrás la medianoche del Sábado Santo, los mozos se reunían en la plaza del pueblo para “Colgar el Judas”. Se iniciaba yendo a coger las ramas de sabina que los vecinos con ovejas acumulaban para la lumbre en los aledaños de sus cuadras y casas, una vez repeladas por las ovejas. De igual forma se hacía acopio de leña de las “cinas” de cualquier vecino. Esta recogida era de forma furtiva, con el sigilo necesario para no ser descubiertos por los dueños. Si fueran sorprendidos, se daba un amplio abanico de situaciones anecdóticas en la huída que luego se narraban para el regocijo de todos. Estas situaciones, condimentadas con la oscuridad, el barro, estiércol y estado lamentable de nuestras calles y rincones, se alimentaban por el hecho de que a nadie le gustaba la idea de que le robaran y por ello hacían guardia para disuadir a los improvisados “ladrones”, muchas veces con palabras, amenazas y persecuciones poco amistosas.
    Nadie estaba a salvo de los asaltos ( muchas veces ni los propios mozos) porque previamente conocían la perfección dónde poder asaltar buenas “cinas” de leña y cogerlas a brazadas. Así mismo, se hurtaban las cuerdas de tender la ropa, que las mujeres solían disponer en sus puertas, dándose el caso de que alguna mujer, precavida y con la certidumbre de ser asaltada, quitaba las cuerdas o las sustituía por otras en mucho peor estado.
    Ya en la plaza, se hacía una enorme hoguera, mientras otros, provistos de un barrón de hierro, azada, pico o cualquier otra herramienta, iniciaban el cavado de un hoyo profundo donde meter el palo en el que se colgaría “El Judas”.
    Siempre había alguien que le había echado el ojo a algún cabrio o viga que, lógicamente, también había que “coger prestado”. Esto no era tarea fácil porque las medidas y el peso requerían fuerza y maña, por lo tanto se hacía necesaria la unión de un buen puñado de mozos.
    Otros prestaban sartenes, aceite, pan, patatas y sal para cocinar unos buenos “gazpachos” o se iba la caza de algún conejo, gallina o gallo de alguna cuadra un poco descuidada o se buscaban varias que fueran accesibles para el asalto. Todos colaboraban para pelar patatas, los pollos o deshollejar los conejos....de tal forma que la comilona fuera tomando cuerpo y saciar luego los estómagos de aquellos mozos no dados en otros tiempos a saciarlos con abundancia. La bebida se hacía a escote.
    Por supuesto, se cogían unos pantalones viejos, camisa o mono de trabajo y se “arrepretaba de paja”, dando lugar a un monigote grotesco ( “El Judas”), al que se le ponía una cara, pintada en cartón, con los tizones de la lumbre y sin demasiado esmero. Tras lo cual se sujetaba en el extremo del palo y se izaba éste, bien sujeto al suelo.
    Ya al amanecer, bien comidos, bien bebidos y no menos divertidos, cada cual se iba a su casa a dormir.
    A media mañana del Domingo de Resurrección, se celebraba la misa correspondiente y se realizaba una doble procesión: Las mujeres acompañando a la Virgen por un lado y los hombres con el Cristo Resucitado por otro, dándose encuentro justo debajo del palo donde colgaba el infortunado Judas. Tras el encuentro de Jesús con su madre, se regresaban juntas ambas procesiones a la iglesia para continuar el rito acostumbrado.

    PEDRO VILLAR LÓPEZ

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